El “refrigerador” del planeta se ha averiado. El Océano Ártico estará completamente libre de hielo de verano en 2030. Esta suposición fue propuesta por los científicos en relación con el notable calentamiento del Océano Ártico y el derretimiento del hielo ártico.
Si antes el hielo del Ártico reflejaba la luz solar de regreso al espacio, debido a la disminución de este hielo, los rayos del sol prácticamente no se bloquean y calientan aún más el hielo.
Las nubes que contienen yodo son otro factor en el autocalentamiento del Océano Ártico, mientras que del agua de mar de este océano se liberan partículas de yodo, cristales de sal y compuestos de azufre. Las partículas forman nubes densas con núcleos de condensación de gotas de agua de entre 70 nanómetros de tamaño, que no transmiten ondas de calor de onda larga desde la superficie terrestre. En consecuencia, cuanto más se calienta el océano, más partículas condensadas que forman el núcleo se liberan de él. Y la formación de densos condensados de agua en las nubes debido al yodo se produce aún más rápido.
Los científicos han documentado un vínculo entre el terremoto de 1899-1906 y un mayor calentamiento durante las próximas dos décadas. La actividad sísmica liberó grandes cantidades de metano, lo que provocó que las rocas sedimentarias se calentaran, aumentando el efecto invernadero y acelerando así el calentamiento.
Los científicos tampoco niegan el factor antropogénico del derretimiento del hielo del Ártico: los tradicionales gases de efecto invernadero, el contenido y el aumento en la atmósfera de sustancias que contienen ozono, como el bromuro de metilo, los freones y los halones. A pesar de que se ha prohibido el uso de freones en la industria, los climatólogos creen que desencadenaron el mecanismo del calentamiento global, formando un enorme agujero de ozono sobre el Ártico.