Los problemas climáticos no se limitan a los glaciares y los cambios climáticos; son una cuestión de salud pública en general. Los más afectados por los cambios son los niños, los ancianos, los pacientes con enfermedades crónicas y las personas que trabajan al aire libre.
En 2008, en un congreso celebrado en Barcelona, los científicos publicaron un informe, “La docena mortal: enfermedades de la vida silvestre en la era del cambio climático”, que intenta hacerse realidad a pasos agigantados. Aquí, “cambio climático” se refiere al derretimiento de los glaciares, el aumento del nivel del mar, el aumento de las precipitaciones y el aumento de la temperatura media del aire. En 2019, Suiza observó la aparición de enfermedades que antes eran características únicamente de las latitudes tropicales. Y la Organización Mundial de la Salud ya ha abordado la cuestión de proteger la salud de las personas en las nuevas condiciones, según el plan sobre cambio climático y salud aprobado en 2015.
El aspecto alimentario del problema será el primero en sufrir las consecuencias. Aquí se pueden destacar varios aspectos: el deterioro de la salud de los animales de granja, la calidad de los suelos fértiles y del agua potable. El resultado es desnutrición, retraso del crecimiento y inmunidad debilitada. La contaminación del aire atmosférico provoca complicaciones de enfermedades crónicas del sistema respiratorio y provoca enfermedades de los sistemas inmunológico y circulatorio. El alargamiento del período de floración de las plantas aumenta la cantidad de polen en el aire, lo que contribuye al desarrollo de enfermedades alérgicas. Las temperaturas extremadamente altas son otro factor que contribuye al aumento de la mortalidad.
Enfermedades infecciosas transmitidas por garrapatas, mosquitos y mosquitos, como encefalitis transmitida por garrapatas, enfermedad de Lyme, malaria, dengue y fiebre del Nilo Occidental; plaga transmitida por pulgas: todo esto puede convertirse en nuestra realidad diaria, debido a la expansión del hábitat de insectos y arácnidos. Aún más peligrosas son las enfermedades asociadas con el agua y no sólo con el agua potable. El cólera, infecciones que causan diarrea e intoxicación aguda, se propagan mejor en climas húmedos y cálidos.
Finalmente, los desastres naturales: inundaciones, huracanes, terremotos, erupciones volcánicas causan no solo pérdidas de vidas, sino también graves traumas mentales y un aumento en la incidencia de disentería y enfermedades intestinales agudas debido a la destrucción de los sistemas de soporte vital en las zonas pobladas.
Algunos climatólogos afirman que la propagación del Ébola y del Covid-19 depende directamente del cambio climático.