Desde 1982 está en vigor una moratoria sobre la caza de ballenas, con excepción de las necesidades de la población indígena de determinadas regiones. Pero Japón, Noruega e Islandia continúan capturando ballenas mediante cuotas y retirándose de la Comisión Ballenera Internacional.
Islandia, uno de los últimos países en realizar la caza comercial de ballenas, pondrá fin a la pesquería en 2024. El motivo de esta decisión fue una fuerte caída en la demanda de carne de ballena. Islandia planea dejar de emitir licencias para matar ballenas con fines comerciales, informa el periódico Mornungsbladid.
Japón puso fin oficialmente a la caza comercial de ballenas mediante una moratoria en 1982. Sin embargo, el país ha estado cazando ballenas como parte de la “investigación científica” desde finales de los años 1980. Como señala The Guardian, la carne de ballena apareció a la venta, lo que indica la continuación de la caza comercial bajo la apariencia de trabajo científico. En 2018, tras la retirada del país de la Comisión Internacional de Ballenas, los barcos balleneros japoneses comenzaron a zarpar desde los puertos de Kushiro (isla de Hokkaido) y Shimonoseki (isla de Honshu) y capturaron 227 ballenas a finales de año.
En Rusia, la única región donde se permite la caza de ballenas sin fines comerciales es Chukotka. Para los pueblos indígenas que viven en el permafrost, esta es la única forma de sobrevivir y alimentar a sus familias. Lorino es el pueblo más grande a orillas del mar de Bering, habitado por balleneros. La cuota anual de cazadores locales es de 140 animales.
La prohibición de la caza de ballenas no garantiza la conservación completa de la población, ya que la existencia de las ballenas todavía está amenazada: los enredos en artes de pesca, las colisiones con barcos y el cambio climático antropogénico reducen significativamente su número.